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martes, 12 de octubre de 2010

"Quiero ser campeón con Independiente"

Entrá en la intimidad del Pala Báez y conocé al pibe que metió el gol que valió un derby. A los 20 años y con sólo cuatro partidos, avisa que en el futuro va por más.

Pala. Así es que le dicen. No de ayer, nomás, aunque podría ser. Porque el apodo cobró más sentido en el clásico. Ahora es Pala para todos. Es Cristhian Javier Báez y su cabezazo triunfal, el encargado de enterrar a Racing, el tipo que hizo delirar al Libertadores de América, el que le metió play y volumen al hit más lindo y pegadizo para los hinchas de Independiente: “Que nacieron hijos nuestros...”.

Sabe bien lo que canta este paraguayo de 20 años. Sabe bien lo que es un derby. Lo que no sabe, por lo de ayer y por lo que vivió en las Inferiores, es cómo será eso de perder ante los vecinos. Ya hace una década que anda con el escudo rojo en el pecho. Pala, pico y pala, pues, dejó su querida ciudad de San Lorenzo cuando tenía apenas un año, en brazos de su mamá, Olga. Empezó a patear en el baby, en Barrio Unido, en 1999 se probó y rebotó en el Rojo, tozudo volvió al año siguiente y quedó para el torneo de Liga Metropolitana. En Novena casi lo dejan libre, pero una desgracia con suerte (fractura en el radio del brazo izquierdo) lo mantuvo en el club. Categoría 90 como Patito Rodríguez y Godoy, otros dos que estuvieron en el clásico de ayer, en la Octava estaba tan relegado que hasta llegó a ir al arco en algunas prácticas. “Por todo ese esfuerzo, ahora se disfruta el doble”, dice. No lo encandilan las luces, prolonga el perfil subterráneo, le abre las puertas de la casa de su novia (Leila) a Olé , se ríe bajito, convida mate y facturas, y confiesa que “cuando me vino a buscar Pancho (Sa) al vestuario de Reserva para decirme que iba a jugar en Primera, me temblaron las piernas”.

Y de aquel momento pasaron apenas cuatro partidos. Jugó los tres del Chivo Pavoni y el primero de Mohamed. Se acomodó al lateral derecho cuando, en realidad, su posición natural es la de central. De buen juego aéreo, claro está. “En realidad, yo lo iba a anticipar a Cáceres, pero como vi que se pasaba, me quedé en el fondo y pude cabecear”, explica como si estuviera hablando de un partido cualquiera. Pero no. Enseguida toma temperatura. Se pellizca. Y sí, es real. “Es muy especial por todo lo que se vivió y porque necesitábamos el triunfo. Metimos todos, corrimos todos, y por suerte ganamos. Ganar un clásico siempre es importante. Sirve en lo anímico”, cuenta este admirador de Puyol.

-¿Te sentís afianzado? -Me siento conforme y tranquilo. Los compañeros, Tuzzio, Parra y Assmann, me hablan mucho. Siempre me apoyaron.

-¿Ganaron bien? -Ganamos. Había que ganar como sea. Los clásicos se ganan, no se juegan.

-¿Soñaste con algo así? -Yo siempre sueño que gano y que juego bien. Después las cosas me pueden salir o no, pero la actitud no la negocio. Y quiero más: sueño con salir campeón con Independiente.

-¿Te diste cuenta que ya entraste en la historia? -La historia la tengo que seguir escribiendo. Porque soy joven, y con este gol no tengo nada asegurado. Pero sí es un recuerdo hermoso y para toda la vida.

Diario Olé

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