Fue el segundo tanto de Gracián con la camiseta roja (tiene 43, en 229 partidos jugando para equipos argentinos). El anterior, por cierto, también había sido especial: contra Banfield, desde la mitad de la cancha. El conjunto de Julio César Falcioni, en ese entonces, era el campeón vigente, similar a este Argentinos que se coronó hace pocos meses. Casualidades para el enganche.
Ahora bien: antes de los 20 minutos del segundo tiempo parecía ser otra la historia del ex Vélez y Boca: no se hacía amigo de la pelota y, así, Independiente sufría y Argentinos agradecía. Jugaba mal, el encargado de generar juego. Durante los primeros 45 minutos casi no participó del circuito del juego. E Independiente, por supuesto, lo sufrió. En el comienzo de la segunda parte, esos murmullos se fueron potenciando hasta que Gracián pudo meter ese gol 300 y salir corriendo, en una carrera enloquecida, para abrazarse con Pablo Rotchen (ayudante de campo) y todo el banco de suplentes. Para que la alegría pueda tapar las carencias del juego.
Diario Clarin
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